
El cantón Santa Ana se levanta en medio de montañas, rodeado por un serpenteante río, el Grande o Portoviejo como se lo conoce, la producción y alegría de su gente y bendición divina de los abuelos de Jesús.
Sí, de los santos Ana y Joaquín, los padres de la Virgen María, que son los protectores de esta ciudad, y que con el paso de los años se ha podido comprobar que el amor de los abuelos de Jesús ha bendecido y protegido a Santa Ana de Vuelta Larga.

La presencia de las imágenes en esta ciudad no tiene un año establecido, pero se cree que al menos unos 150 años la imagen de colores rosado, celeste y blanco de Santa Ana, se encuentra en esta ciudad.
Luego de que se concediera a Vuelta Larga la cantonización, automáticamente los habitantes de esta urbe sumaron el nombre de Santa Ana a este floreciente cantón, adoptando en 1884 en su aparición como novel cantón manabita -en aquel entonces.
Uno de los pocos vestigios relacionados al nombre de Santa Ana lo destaca Jacinto Hidalgo en el libro “Manabí: su historia y personalidades”, en donde señala que “En el sitio de Vuelta Larga del cantón Portoviejo existía una pequeña Capilla dedicada a Santa Ana, la Santa se impuso sobre Vuelta Larga y dio el nombre a la región”.
Ya con el paso del tiempo la fe en Santa Ana creció y no solo trasciende en los más de mil kilómetros cuadrados que posee como terruño el cantón que lleva el nombre de esta ciudad, sino que su adoración y fe trascendió las fronteras cantonales y su fiesta, que se vive con intensidad a fines del mes de julio, tiene la presencia de miles de ecuatorianos.
La vida de estos dos santos tiene particularidades que a lo largo de sus vidas se asociaron al asociamiento con actos divinos.

Cuenta la historia que Ana no podía procrear, por lo que Joaquín (su significado es Yahve prepara), se retiró por 40 días a orar y ayunar, buscando la gracia divina para ser padre junto a su amada Ana.
Tras esta peregrinación, de acuerdo a relatos de apóstoles como Santiago reseña que un ángel se le presentó a Ana y le dijo: “Ana, el Señor ha escuchado tu oración, concebirás y darás a luz. Del fruto de tu vientre se hablará en todo el mundo”, tiempo después nació María, la madre de Jesús.
Cada 26 de julio se recuerda a Joaquín y a Ana, que son venerados en localidades Hispanoamericanas, en España y hasta en Filipinas.
A raíz de su vida dedicada a Dios, son considerados como patronos de los abuelos y ambos educaron a su hija, la Virgen María, Madre de Jesús, en un hogar muy tradicional y con las costumbres del pueblo de Israel, una fe enmarcada siempre en el amor hacia Dios y preparándola para la gran misión que Dios le había encomendado en la tierra.
Dos Papas destacaron la vida de ambos santos. El Papa Emérito Benedicto XVI, resaltó en las figuras de San Joaquín y Santa Ana la importancia del rol educativo de los abuelos dentro de la familia. El Papa decía que los abuelos “son depositarios y con frecuencia testimonio de los valores fundamentales de la vida”.

En 2013, el Papa Francisco, en Jornada Mundial de la Juventud Río 2013 (Brasil), destacaba que “los Santos Joaquín y Ana forman parte de esa larga cadena que ha transmitido la fe y el amor de Dios, en el calor de la familia, hasta María, que acogió en su seno al Hijo de Dios y lo dio al mundo, nos los ha dado a nosotros. ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!”.
Ya en las calles de Santa Ana es común recordar cuánto amor han dejado y milagros han proferido ambos santos, y en especial Ana a sus creyentes, peregrinos que la visitan por la gracia de ayudarles a mejorar su vida.

Su iglesia, asentada en pleno centro observa cada día el gesto de trabajo y fe que realizan los santanenses, quienes se levantan agradeciendo a su santa por la protección divina, sobre todo a Ana, a quien también se le reza para tener un buen esposo.
